Las cenas de diciembre siempre son eventos para los que hay que planear y muchas veces terminamos complicándonos más de la cuenta.

Yo siempre he pensado que los mejores acompañamientos y guarniciones son aquellos en los que no se juega mucho con el ingrediente principal. No se trata de cubrir todo con crema y queso y salsas sino más bien de escoger productos de la mejor calidad posible y resaltar sus mejores atributos.

Coles de bruselas saltedas con tocino, unas zanahorias glaseadas con miel y mantequilla y estas papitas doradas y crujientes son buenos ejemplos.

Una guarnición debería de acompañar y complementar al plato fuerte. Ya sea cerdo, pollo, pavo o res; estas papas crujientes complementan a todos de igual forma.

La ventaja que tienen es que pueden estar en el horno ahí mismo con la carne que vayamos a servir. Además el proceso no es muy complicado solamente hay que darles vuelta una vez para que se doren de forma pareja y listo. Es cosa de dejarlas solas ahí en el horno un buen rato.

Los resultados son impresionantes, las papas son súper suaves y esponjosas por dentro y doraditas y muy crujientes por fuera. El olor a romero y ajo que llena la casa mientras se están horneando abre el apetito de una forma que no se imaginan y como son horneadas con aceite de oliva no quedan muy pesadas ni grasosas.

Dos cosas para asegurar el éxito de esta receta:

1. Usar papas amarillas siempre, ya que tienen más almidón lo cual va a hacer que sean más suavecitas y se doren más fácilmente.

2. No deben obviar el bicarbonato en el agua donde vayan a cocinar las papas ya que éste va a ayudar luego a que las papitas se doren más fácilmente.

Yo no lo he intentado pero me imagino que igual se podrían usar papas mini o papas semilla como también se les conoce.

Nada más asegurarnos que sea de la variedad amarilla y aunque no las pelemos nos tenemos que asegurar de cubrir bien cada papita con el aceite caliente para que se tueste y quede crujiente.